Me estás mal acostumbrando. Has conseguido que dejarse llevar por la alegría sea lo más fácil del mundo, lo que siempre evité para que la caída fuera menor cuando todo dejara de ir bien. No es sólo que haya encorsetado mi felicidad a tu presencia, es que ahora también mi tranquilidad, mi seguridad, mi confianza en mí misma dependen del número de veces que me abarzas al día, de la cantidad de palabras que me has susurrado al oído. Me estás mal acostumbrando a eso de sonreír a todas horas como una tonta, y me he dado cuenta de que no querría dejar de hacerlo nunca. Que yo soy la que te entiende, la que te conoce casi a la perfección, la que ha aceptado tus pequeños defectos, por considerar tus virtudes lo más especial que he visto nunca reunido en una sola persona. Que a veces siento que te quiero tanto que por mucho que lo oculte, por mucho que lo niegue, tú eres la más perfecta mala costumbre.

No hay comentarios:
Publicar un comentario